Cuando volví a vivir en mi pueblo tuve la suerte de conocer a mis compañeras y compañeros de Movimiento Feminista Puente Genil, un colectivo que nació en 2016 y que, desde entonces, ha llevado a cabo muchas reivindicaciones, acciones y concentraciones por la igualdad y contra las violencias machistas.
Una de las últimas iniciativas tiene que ver con la reclamación al Ayuntamiento para el cumplimiento del acuerdo plenario de 2018 para la contratación de un/a psicólogo/a para el Centro Municipal de Información a la Mujer.
Hay quien no sabe que, en 2020, el CIM sólo ha tenido contratada a una psicóloga durante un mes (entre agosto y septiembre), pero que 2019 no fue mucho mejor, pues en diciembre finalizó un contrato de unos meses. Nada estable, nada continuado.
En 2008 comencé a trabajar como psicólogo en otro Centro Municipal de Información a la Mujer. Por mi formación y mi experiencia, sé lo importante que resulta para una mujer que sufre violencia de género recibir apoyo psicológico, tanto individual como grupal. De hecho, es fundamental no sólo para recuperarse de una situación de violencia, sino para salir de ella.

La violencia de género, en palabras de las profesoras e investigadoras de la Universidad de las Islas Baleares, Victoria Ferrer, Esperanza Bosch y Aina Alzamora, se convierte en un laberinto del que es difícil escapar. Ellas lo llaman «el laberinto patriarcal» concepto que desarrollan ampliamente en su libro con el mismo título. Por otro lado, la violencia de género es como una telaraña, metáfora que empleó Catherine Kirkwood en su libro «Cómo separarse de su pareja abusadora: desde las heridas de la supervivencia a la sabiduría para el cambio» (1993). La psicóloga Trinidad Nieves Soria retoma este concepto en «De la telaraña de abuso al tejido de amor y vida. Intervención psicológica en violencia de género en la relación de pareja» para explicar cómo las mujeres quedan atrapadas en una relación de violencia.
Además, está el concepto de revictimización. Hace referencia al sufrimiento y el daño al que se ven sometidas las mujeres, que sufren o han sufrido violencia por parte de su pareja o expareja hombre, cuando tienen que relatar una y otra vez su historia, en distintas entidades u organismos, ante distintas personas corriendo distinta suerte. Y digo corriendo distinta suerte porque el sistema sigue fallando y muchas veces se topan con personas poco formadas o sin sensibilidad con este tipo de casos. Por tanto, cuando las mujeres ven cómo cambian a su terapeuta continuamente o cómo dejan de verlas de la noche a la mañana por cuestiones laborales ajenas a ellas, se produce revictimización y se incrementa, aún más, el sufrimiento y el daño que tienen.
Sólo personas con especial sensibilidad y/o adecuada formación en esta materia son capaces de entender esto. Por desgracia es una situación muy extendida. Sin ir más lejos, en Montilla cambian de psicóloga como de camisa. En pueblos como Almodóvar del Río, Priego de Córdoba, Posadas o Cabra, los contratos finalizan en diciembre sin saber qué pasará después. ¿Imagináis cómo deben sentirse las mujeres que acuden a estos servicios?
Sólo pueblos como Pozoblanco o Lucena (donde llevo 12 años trabajando) tienen una continuidad en este sentido. De hecho, para mí, mi compañera de Pozoblanco es todo un referente en la materia, no sólo por llevar muchísimos años con un contrato estable (mucho antes de que el Instituto Andaluz de la Mujer subvencionara la contratación de profesionales de la psicología para los Centros Municipales y Comarcales de información a la Mujer), sino también por su buen hacer. Por tanto, es un espejo en el que mirarme y también debe ser un espejo en el que mirarnos. Y aunque esto pueda verse como una cuestión laboral, es de gran importancia para la adecuada atención psicológica a las mujeres que la sufren.

Por lo que respecta a Puente Genil, actualmente se está desarrollando un grupo de terapia subvencionado por el Instituto Andaluz de la Mujer (IAM). Este tipo de grupos constan de 11 sesiones semanales dinamizadas por una psicóloga del programa que se desplaza al pueblo para atender durante 2 horas a un grupo de mujeres que sufren o han sufrido violencia de género. Pero, aunque la terapia grupal tiene excelentes resultados, no deja de ser un complemento a la intervención psicológica individualizada. O lo que es lo mismo, no puede suplirla, ni podemos pensar que con eso ya lo tenemos todo hecho. O mucho menos hacer creer que «se sigue prestando» adecuadamente «la atención psicológica de muy distintas formas durante estos años -incluido el confinamiento-«. Como profesional y experto en la materia puedo asegurar que la atención no es la adecuada, aunque se pretenda engañar a la ciudadanía o vanagloriar de un buen hacer inexistente.
El compromiso político para erradicar la violencia contra las mujeres y sus hijas e hijos se demuestra, por ejemplo, teniendo servicios y recursos suficientes para atender de la mejor manera posible estos casos. Y, por desgracia, no podemos decir que en nuestro pueblo esto se esté haciendo bien. Una asesora jurídica a media jornada (compartida con la Oficina Municipal de Información al Consumidor) y una psicóloga ahora inexistente, que aparece y desaparece como el Guadiana, además de un presupuesto ínfimo en la Delegación de Igualdad comparado con el de municipios similares, no demuestra un compromiso firme, ni un apoyo sin fisuras a las víctimas. No es una opinión mía, se trata de hechos objetivos (que pueden comprobarse) a lo largo del tiempo. Por poner un ejemplo, con datos aproximados, Lucena tiene de presupuesto de Igualdad 69000 euros para una ciudad de 42000 habitantes, mientras que Puente Genil con 30000 habitantes ronda los 20000 euros (según me confirmó la Delegada de Igualdad en una reunión). Se puede apreciar que la diferencia es abismal. Y habrá quien piense que esto es como Boston y California, pero no debería ser así.
Sin embargo, lo que menos entiendo es la virulencia de los ataques del Ayuntamiento de mi pueblo ante las críticas (justificadas… como es este caso). Cuando uno ostenta un cargo público se expone a recibir críticas, no sólo halagos y felicitaciones. Por eso cuando se le señala al Alcalde una cuestión que desde hace 3 años está sin resolver, me asusta la forma que tiene de arremeter contra un colectivo que lo único que hace es trabajar para mejorar su pueblo y la vida de su ciudadanía, en especial la de sus mujeres (no olvidemos que vivimos en un sistema patriarcal que las discrimina y las somete a violencias cada día por el mero hecho de ser mujeres). Y no lo hace sólo como colectivo, sino que también lo demuestra a nivel individual, cada día.
Es más, el hecho de que él tergiverse partes de una publicación en redes acusando al MFPG gravemente de algo que no ha dicho ni ha querido decir (quizás haya que trabajar un poquito más la comprensión lectora) unido a su omisión de aquellas partes de la publicación que ponen de relieve su mala gestión y, por tanto, la inadecuada atención a las mujeres víctimas de violencia de género, muestra, en mi opinión, una mala forma de hacer política (aunque ni siquiera lo llamaría hacer política).
Hace años se generó un fenómeno en los programas de televisión de telerealidad (los conocidos ‘realitys’) que tiene que ver con ganarse el favor del público haciéndose la víctima, esto es, aislándose del grupo, poniéndose como diana de supuestos ataques del resto, mantener discursos lastimosos con muchas lágrimas, etc. Así han ganado estos concursos algunas personas y se ha vuelto una estrategia ampliamente utilizada, no solo en estos programas, sino también en la vida pública y en política. De hecho, esta forma de hacer política se extendió a partir de la primera campaña electoral de Donald Trump, que todas y todos recordaréis. Una forma de hacer política basada en la posverdad, también llamada mentira emotiva. Según recoge el Diccionario de la RAE, posverdad es una:

Es decir, que hay una intencionalidad en el uso de esta forma de hacer política. Podría ser conseguir rédito político o crear un banco de niebla alrededor de una realidad incuestionable. Y esta segunda opción es la que creo que más se práctica por estos lares, y así lo aprecio en la respuesta desmesurada, adulterada y arremetedora que ha tenido el Alcalde ante las diferentes publicaciones que señalan su inacción o su dejadez en esta cuestión.
Quien me conoce sabe que, cuando quiero tratar un tema, muchas veces recurro en primer lugar al análisis lingüístico. Las palabras son muy importantes como viene demostrando la Psicología desde hace siglos. Con las palabras, con las frases, creamos ideas, almacenamos recuerdos, interpretamos emociones, con el lenguaje damos forma a imágenes. Por eso, además del al DRAE, recurro a la Wikipedia. Y tal como se describe en esa entrada, la posverdad tiene el fin de crear y modelar la opinión pública e influir en las actitudes sociales. Pero cuando hablamos de la política de la posverdad nos referimos a aquella en la que el debate se enmarca en apelaciones a emociones desconectándose de los detalles de la política pública. Es decir, el que ‘algo aparente ser verdad’ es más importante que la propia ‘verdad‘. En definitiva, viene a ser una estrategia de manipulación basada en las emociones para alcanzar unos intereses propios.
Pero, por mucho que se intente, la realidad es la que es: hay una necesidad sin cubrir (o mal cubierta) desde hace años. Y a pesar de la insistencia en bajar al pelear al barro (disciplina que no practico ni practicaré) por parte de determinadas personalidades públicas o políticas y de medios de comunicación de calidad cuestionable que buscan clics a toda costa, no perderé mi norte, mi objetivo: mejorar la vida de las mujeres de mi pueblo (y de sus familiares), en especial, la de las mujeres que sufren o han sufrido esta violencia. Le pese a quien le pese.
Sé que cuando llegue el 25N volveré a ver a las y los oportunistas de turno, de aquí y de allá, de la política y de fuera de la política, haciéndose LA FOTO. Esa foto que es la única prueba de su «supuesto» compromiso contra la violencia de género. Quienes militamos en movimientos ciudadanos, quienes trabajamos en servicios dedicados a la atención a estas mujeres y quienes somos expertas y expertos en la materia estamos hasta las narices de que cada año ocurra lo mismo. El compromiso de un segundo, lo que se tarda en hacerse una foto. Me resulta lastimoso. Me da pena. Es más el feminismo a nivel mundial lleva décadas luchando contra este defecto de la política. Y sé que a muchas mujeres víctimas de violencia también les molesta, porque llevo 12 años de profesión y han sido muchísimas las que me lo han manifestado con impotencia, con rabia y con dolor. Precisamente este post surge a raíz de lo acontecido y a partir de un comentario que, esta mañana, me ha hecho en consulta una mujer a la que el sistema le ha fallado reiteradas veces: «llegará el día de la violencia y me usarán de nuevo, nos usarán«.
Y tiene razón, muy a mi pesar. Porque lo que ha ocurrido con esa nota de prensa falaz, manipulada y arremetedora, es que se ha usado una cuestión políticamente, señalando a un partido como autor de lo que no se ha dicho ni se ha pretendido decir en ningún momento. Y al señalar a un partido como posible inductor de una demanda realizada por el MFPG, se ha ninguneado la entidad y la capacidad del Movimiento Feminista Puente Genil como colectivo, como movimiento ciudadano, con la suficiente fuerza y entidad para luchar por los derechos de las mujeres de Puente Genil. Pero también se ha ninguneado la reivindicación que este colectivo lleva meses haciéndole al Ayuntamiento.
Sé que la Junta de Andalucía está a punto de sacar (o eso me dijeron en una reunión hace días) un Decreto por el cuál la concesión de la subvención para el mantenimiento de los Centros Municipales y Comarcales de Información a la Mujer estará sujeta a tener cubiertas las plazas de Información/Animación, Asesoría Jurídica y Atención Psicológica. Me daría mucha pena que hubiese que esperar a ese decreto para que se cumpliera algo que llevamos 3 años esperando.
Pero hay otra cuestión de la que me gustaría hablar para finalizar este post. Y es el tema del binomio agresividad-masculinidad que el Patriarcado avala, normaliza y fomenta. No creo que un cargo público deba tener determinadas actitudes y acciones propias de un estilo de comunicación agresivo o pasivo agresivo. No sólo en esa nota de prensa, sino en muchas de sus intervenciones. Debe quedar claro que el único modelo o estilo de comunicación posible es el asertivo, el que sostiene la defensa de mis derechos sin pisotear los de nadie, la defensa de mi opinión sin arremeter contra nadie, el que se basa en la verdad, en la justicia y en la responsabilidad social y no en la manipulación, la mala intención o el lavado de cara.

El modelo de masculinidad hegemónica (o Modelo de Masculinidad Tradicional Patriarcal, en palabras del sociólogo Eric Pescador) se caracteriza por el uso del poder y de la violencia para conseguir sus objetivos. Se caracteriza por una desconexión brutal de las emociones, lo cual puede derivar en falta de empatía y manipulación emocional. Aquellos hombres cuya masculinidad se corresponde con este modelo (que coloquialmente hemos denominado macho alfa, macho ibérico, machuno, machirulo o señoro) se preocupan más de la ostentación del poder y de mantener su status, así como su superioridad moral y personal. Frente a este modelo de masculinidad, el feminismo y los movimientos de hombres igualitarios vienen apostando por nuevas masculinidades, nuevas formas de ser hombre, también llamadas masculinidades diversas e igualitarias.
Los hombres igualitarios llegan a serlo después de deconstruir esa masculinidad tradicional, es decir, después de pasar por un proceso de cuestionamiento del sistema patriarcal, de sus privilegios dentro del sistema por el mero de ser hombres, así como el cuestionamiento de las posibles actitudes o comportamientos de opresión que tengan o mantengan sobre las mujeres y sobre otros hombres que no corresponden con el modelo tradicional. A través de ese proceso profundo de autoobservación y autoconocimiento, los hombres podemos deshacernos de creencias, actitudes y comportamientos que el sistema nos ha inoculado a través del sexismo. Dejar de ser machistas no es automático, lleva mucho tiempo. De hecho, como el sistema actual sigue siendo patriarcal, los hombres igualitarios o feministas tenemos que seguir cuestionándonos y revisándonos para no cometer viejos errores.
Este proceso de deconstrucción no nos victimiza, sino que nos libera, del mismo modo que el proceso de deconstrucción y empoderamiento que las mujeres llevan siglos realizando las libera a ellas. Y todo a pesar del sistema y a pesar de quienes se aferran al sistema.
Las nuevas masculinidades aprenden y asimilan formas de negociación y de comunicación asertivas, es decir, no agresivas ni violentas. Además, se basan en la cultura de cuidados, tanto en el yo me cuido como en el yo te cuido, por lo que su relación con otras personas mejora notablemente. En ello también influye los valores de responsabilidad, igualdad y respeto en los que se apoya esta masculinidad sana.
Cuando esto ocurre, su forma de comunicarse, de relacionarse, tanto profesional como personal y familiarmente cambia. Todo se vuelve más amable, menos hostil. Todo tiende a la construcción, no a la destrucción.
En definitiva, después de todo lo expuesto anteriormente y en vista de que se aproxima el 25 de noviembre, día internacional de la eliminación de la violencia contra las mujeres (según la ONU, 2000) o día internacional contra la violencia de género, como desde hace décadas se le conoce, mi reivindicación se resume en:
- Abandonar la vieja política y adoptar formas sanas e igualitarias, basadas en la responsabilidad social y el bien común.
- Mantener claro el objetivo: conseguir que se subsane cuanto antes una situación que incrementa la vulnerabilidad de las mujeres que sufren o han sufrido violencia de género en Puente Genil.
- Seguir sensibilizando y fomentando el proceso de deconstrucción en los hombres, para abandonar esa masculinidad hegemónica tan presente en nuestro municipio (y en todo el mundo), y transitar hacia una masculinidad diversa e igualitaria, acorde con los tiempos que vivimos.
Y quiero cerrar el post con una frase que seguramente habrás oído: soy responsable de lo que digo, no de lo que tú interpretas. Lo digo para zanjar aquí el tema.
Si no hay psicóloga, seguiremos pidiéndola. Todos los argumentos que nos devuelvan mientras sigamos sin psicóloga en el CIM después de 3 años, no me interesan, no me importan. Cuando en mi trabajo me señalan que no he hecho algo bien o que tengo algo pendiente de hacer no monto un pollo, lo reconozco y lo hago. Es fácil, se llama trabajar.
