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Por desgracia para la cantante Ariana Grande, y para todas las mujeres, hace unos días, durante los actos por el funeral de la gran Aretha Franklin (que cantaba ese himno feminista de «Respect» valga la casualidad), pudimos ver como el obispo encargado del evento, Charles Ellis, manoseaba continuamente el pecho de Ariana Grande y la sujetaba con fuerza para acercarla a él, aprovechando que estaba delante de todo ese público, en un acto solemne y que ella no haría nada. (Imagen de La Vanguardia)
Muchos medios de comunicación se han hecho eco de la noticia refiriéndose a él como «un acto machista«, pero creo que esa no es la definición correcta. Quienes han visto las imágenes, pueden ver como reiteradamente, el obispo mueve sus dedos y su mano para coger el pecho de Ariana, y apretarlo fuertemente. Eso no es un acto machista. Un acto machista es elegir a un hombre en lugar de a una mujer para un puesto de responsabilidad, por ejemplo. En este caso estamos ante un caso de violencia sexual, por muy duro que te parezca el término, pero así es. No hace falta que haya penetración para hablar de violencia sexual, ésta, por desgracia, abarca mucho más, como los tocamientos que el obispo realizó.
Pero claro, esta invasión del cuerpo de Ariana delante de las millones de personas que seguían el evento por televisión en todo el mundo, no es casual. Existe todo un entramado de variables en nuestro sistema social y cultural, que permiten, avalan y consienten este tipo de situaciones y que sostienen la violencia sexual contra las mujeres.
Si empezamos por lo más básico, tendríamos que hablar de la construcción social de lo que es ser un hombre y lo que es ser una mujer. En el vídeo, 3 estereotipos sobre la mujer en los medios de comunicación, te hablo un poco más sobre el tema. Pero nos centraremos en la diferenciación de espacios asignados: a los hombres se les sitúa en lo Público y a las mujeres en lo Privado. ¿Por qué es relevante este punto de nuestra socialización de género? Pues porque al educarnos y socializarnos en espacios diferenciados, relegando a las mujeres a lo privado, a la casa, ocurre que, inconscientemente (y culturalmente), cuando una mujer está fuera de lo privado, es decir en lo público, en la calle, se le ve como un ente extraño: algo así como que «no debería de estar allí».
Sólo con ese punto, podríamos llegar a la violencia sufrida en público por Ariana, pero hay más factores relacionados con el suceso. Históricamente, se ha tratado a las mujeres como seres inferiores: legalmente, en muchos países aún hoy (pero en España también pasó, y no hace tanto…), las mujeres eran reconocidas como subordinadas a un hombre (su padre o su marido) tratándolas así, como dice la filósofa Amelia Valcárcel, como menores de edad. Este factor es fundamental para que, nuestra cultura, fuese deshumanizando poco a poco a las mujeres, tratándolas como cosas, como objetos… todo menos como personas. Así llegamos a la cosificación. Cuando deshumanizas a una persona, en este caso a las mujeres, y las tratas como a cosas, puedes hacerles lo que quieras, puedes ejercer sobre ellas cualquier violencia. Pero además, en la historia, también se ha tratado a las mujeres como «el cuerpo del deseo», «el pecado», «la tentación»… adjetivando esa cosificación y convirtiéndola en cosificación sexual: tratarlas como objetos sexuales.
Aquí quiero abrir un paréntesis. Qué curioso resulta que las mujeres hayan sido, históricamente, objetos sexuales e instrumentos para el placer masculino, para los hombres y que, sin embargo, se les haya prohibido, llenado de pecado y anulado, la sexualidad y el placer para sí mismas: Freud, el padre del psicoanálisis convirtió el placer femenino y su ardor en histeria, en locura; en muchas culturas, se sigue practicando aún hoy la mutilación genital femenina, pues se considera las gónadas femeninas como pecado y se las usa únicamente para procrear y para dar placer a los hombres, haciendo del placer femenino un pecado, una tentación; en otras muchas (o casi todas), la virginidad de la mujer sigue teniendo un valor incalculable para el amor, la pareja o el matrimonio, pero también para el sistema prostitucional y el mal llamado turismo sexual, en el que se paga más por una menor de edad porque se cree que es más virgen; en nuestro sistema sanitario, tan avanzado, sigue existiendo la violencia obstétrica, entre otras cosas.
En todo este contexto, y entre mezclando los factores anteriores, llegamos al acoso callejero (los famosos piropos, las persecuciones por la calle, el miedo a caminar sola por la noche), a la violencia sexual e incluso a la cultura de la violación.
Y aquí es donde ya voy a soltar la bomba. Lo que hizo ese obispo, no es de locos ni es raro. Existe toda una cultura que ha criado y educado a millones de hombres igualitos que el obispo. Son, lo que yo llamo, perfectos hijos del Patriarcado. Hombres educados con unas palabras clave: poder, control y dominación. No pienses que este obispo es raro, diferente, que tiene un problema o que está loco. Es un hombre «normal«. Como muchos otros. Y es bueno que empecemos a darnos cuenta de ello cuanto antes, pues mientras sigamos viéndolos como raros o enfermos, no cambiaremos la educación que damos a los niños y seguiremos criando el mismo tipo de hombres.
A día de hoy el obispo ha pedido perdón. Perdón… ¡qué fácil! ¿no? Agredo a una mujer y la humillo públicamente, después pido perdón y… se acabó. ¡Qué barato sale agredir sexualmente a una mujer! Luego no nos puede extrañar que no se respeten ni los hábitos.
Me niego a decir que no todos los hombres son así, eso ya lo sabemos y quien se escueza tiene un problema. Pero la realidad es que a los hombres se nos sigue educando igual y, sólo aquellos que se dan cuenta, se deconstruyen y se vuelven a construir bajo el paraguas del feminismo, como hombres igualitarios, con una masculinidad diversa, más saludable.
Enlaces de interés:
- Vídeo. 3 estereotipos de la mujer en los medios de comunicación
- Vídeo. Obispo manosea a Ariana Grande Público
- Noticia. El obispo pide perdón El País
- Definición y bibliografía en Wikipedia