Tiempo estimado de lectura: 5 minutos. Incluye vídeo.
“Cada persona es responsable de todas las experiencias que acontecen en su vida.” Lo sé, acabo de servir la polémica en la mesa, pero antes de dejar de leer este post y cerrar la página, déjame que te explique que quiere decir esa primera frase.
Obviamente hay muchas cosas que nos suceden que consideramos “negativas” o “desagradables” (como una enfermedad, perder un trabajo, etc.) y que no nos gustaría vivirlas o, incluso, nos gustaría tener la capacidad mágica de poder borrarlas. Sin embargo, ahí están, en nuestra película, en nuestra vida.
Entonces, si es obvio que no las deseamos ¿cómo es posible que seamos responsables de ellas? Cuando digo que somos responsables de todas las experiencias que acontecen en nuestra vida, me refiero a que “tenemos responsabilidad” sobre ellas. Si no tuviésemos la convicción de esa parte de responsabilidad, seríamos víctimas de nuestra propia vida y circunstancias. Cuando me siento responsable de lo que sucede en mi día a día, tengo el poder de actuar sobre ello, tengo el poder de cambiarlo, solucionarlo, arreglarlo e, incluso, de “superarlo”
Sí, has leído bien. Si soy consciente de mi parte de responsabilidad en todo lo que pasa en mi vida, aunque yo no lo deseara o no lo esperara, puedo superarlo más fácilmente. En este caso, aunque fuésemos el sujeto que vive o sufre (dilo como prefieras) un evento negativo o una experiencia desagradable, no estaríamos actuando como víctima, sino como superviviente.
Y como ya me habrás escuchado decir en algún vídeo o como habrás podido leer en otras entradas de este blog, no es lo mismo ser víctima (que sería algo así como “¡ay, qué pena!, ¡ay, qué pena!, ¡ay, qué pena!, ¡ay, qué pena! …” así hasta que te hartes) que superviviente (por ejemplo, “¡ay, qué pena!, ¿qué hago?”).
La persona superviviente ha sufrido el mismo evento negativo o la misma experiencia desagradable y le duele, pero hace algo con ello.
Y quiero aclarar algo más antes de seguir: cuando hablo de “víctima” no lo hago del mismo modo en que la palabra se usa en la calle, en nuestra sociedad. La palabra “víctima” en nuestra cultura se usa muchas veces como insulto: “eres un/a victimista”, “deja de hacerte la víctima”, “no te victimices más”, etc. Su uso peyorativo nada tiene que ver con lo que yo trato aquí. Yo uso la palabra víctima para describir un rol, un papel que tomamos, una forma de comportarnos. Pero en ningún momento como un insulto.
Una vez aclarado esto, quiero hacer hincapié en la importancia que tiene pasar del “rol de víctima” al “rol de superviviente”. Cuando das ese paso, te haces cargo de ti misma/o, eres capaz de cuidarte y eres capaz de superar situaciones difíciles. O lo que es lo mismo, nos hace resilientes.
Hagamos un paréntesis: la palabra resiliencia proviene del latín resilio que significa “volver atrás, volver en un salto, rebotar”. El término se adaptó para explicar el desarrollo psicológico sano en personas que habían nacido en situaciones o que habían pasado por una experiencia muy desagradable. Según Francisca Infante (2001), “la resiliencia es una respuesta global en la que se ponen en juego mecanismos de protección, entendiendo por éstos aquella dinámica que permite al individuo salir fortalecido de la adversidad, en cada situación específica y respetando las características personales”. En definitiva, la resiliencia es la capacidad de las personas de sobreponerse a los acontecimientos desagradables vividos en un momento determinado y salir fortalecidas.
Además, y éste es el motivo de escribir esta entrada en el blog, el rol de superviviente es un seguro para poder conocerte profundamente y amarte bien. Es decir, con el rol de superviviente, estoy pendiente de mí, me cuido y pongo atención en lo que pienso, en lo que siento y en lo que hago. Y si ocurren situaciones desagradables en mi vida, gracias a ese rol saludable, puedo afrontarlas de la mejor forma posible y evitar que medren mi autoestima.
Es posible que sepas que durante todo el mes de enero estoy llevando a cabo un Reto de 31 días para mejorar nuestra autoestima en mi cuenta de instagram (@joseoterosbascon) con el hashtag #sicreopuedo. Es posible que hayas llegado aquí, a través de la última publicación en instagram, pero si has llegado por otra vía y no lo sabías, te recomiendo que me sigas para no perderte nada. Como parte de ese reto de 31 días, he querido escribir este post, pues muchas veces, nuestra actitud, nuestra forma de afrontar o encarar las cosas que nos suceden en la vida, hacen que nuestra autoestima se vea tremendamente afectada.
“¿Qué podemos hacer para evitarlo?” Tener una buena salud mental o emocional. “Y ¿eso cómo se consigue?” Se consigue conociéndonos bien, estando presentes en nuestras vidas, aprendiendo las herramientas necesarias para gestionarnos mejor y, sobre todo, cuidándonos y amándonos. Pero como ya te dije en el reto, la autoestima puede cambiar a lo largo de tu vida. Por eso es necesario que desarrolles el hábito de cuidarte, cuidarte a diario. Ser consciente de tus sentimientos, de tus pensamientos y de tus acciones. Estar contigo misma/o antes que con cualquier otra persona. Conocerte, aceptarte y empoderarte. Así, sólo así, podemos evitarlo.