Tiempo estimado de lectura: 4 minutos.
Quienes me conocéis sabéis que no soy muy amigo de los tecnicismos, pues considero que lo importante es que el mensaje cale hondo y, a veces, las palabras técnicas lo impiden.
Hoy quiero hablaros del Locus de Control, o lo que es lo mismo, de la percepción que tiene una persona sobre si los eventos que ocurren en su vida lo hacen como consecuencia de sus propias acciones (lo que se llama locus de control interno) o consecuencia de las acciones de otras personas, del azar, del destino, etc. (lo que se denomina locus de control externo).
Y ¿por qué es esto importante? Pues porque ante situaciones o eventos clave que ocurren en nuestras vidas, tomar una u otra opción y tener la sabiduría de saber cuál tomar en cada momento resulta clave para la resiliencia (para la capacidad de sobreponerse, de recuperarse…).
Cuando elegimos bien dónde ubicar el Locus de Control
Si ante un éxito conseguido después de mucho esfuerzo y trabajo, si ante un cambio personal positivo conseguido después de mostrar constancia y perseverancia, si después de utilizar los recursos necesarios para sobreponerse a una pérdida o, si en general, ocurre algo positivo, bueno para nosotras, que tenga que ver con nuestro buen hacer, algo que haya ocurrido gracias a nuestras decisiones y acciones, si entonces nuestro locus de control ha sido y es interno, podremos congratularnos por ese evento bueno que nos ha sucedido y ganaremos en empoderamiento y autoestima, pues al reconocer nuestra labor en la consecución de esa meta, aumentará nuestra seguridad, nuestra confianza y, en definitiva, nuestra valoración positiva.
Del mismo modo, si ante un error cometido, una mala decisión, o cualquier otra circunstancia que pueda tener consecuencias negativas para nosotras/os o para quien nos rodea, si entonces nuestro locus de control ha sido y es interno, podremos responsabilizarnos de lo sucedido, analizar la situación y localizar el fallo, permitiéndonos aprender y resolver o subsanar la situación, mitigando las consecuencias negativas, pero sobre todo haciéndolo sin juzgarnos y sin castigarnos, pues quien hace yerra a veces, y quien no hace nunca siempre yerra, siempre está equivocada/o. Recuerda que sentirte culpable no te ayudará en nada, pero sentirte responsable sí: pero ser responsable implica reconocer el esfuerzo, reconocer el error, analizarlo, aprender y resolver, sin juicio, sin culpa, sin castigo, sólo siendo amable consigo misma/o.
Ahora bien, si ante una catástrofe natural, la muerte repentina de un ser querido por accidente o por causas ajenas a mi, o ante un evento negativo que escape a nuestro control, si entonces nuestro locus de control ha sido y es externo, entenderemos que no podíamos evitar que esas circunstancias ocurriesen pues todo no depende de nosotras/os. Hay circunstancias o situaciones en las que nuestro control tiene poco o ningún alcance y cuando somos conscientes de ello, podemos vivir sus consecuencias negativas y subsanarlas de un modo eficaz y sin culparnos por algo que no ha sido responsabilidad nuestra. Como no puedo controlar de primera mano un fenómeno atmosférico, un terremoto, que mi hermano consuma droga indiscriminadamente, que mi prima elija a la persona equivocada para compartir su vida, que alguien a quien quiero cometa una imprudencia al volante, etc. En esas situaciones, sentir el dolor propio de la situación y autocuidarnos es fundamental. Y eso nos es posible gracias a que sabíamos que ante cualquiera de esos eventos nuestro Locus de Control debía ser y era externo, pero que ante las consecuencias, nuestro Locus de Control debe ser interno, para ser responsables de nuestro cuidado una vez ocurrido el evento negativo.
Cuando NO elegimos bien dónde ubicar el Locus de Control
Si ante un suceso positivo ocurrido consecuencia de nuestro esfuerzo, nuestro trabajo, nuestras decisiones o nuestras acciones, nuestro locus de control ha sido y es externo, no nos estaremos reconociendo como responsables de todas esas consecuencias positivas, nuestra felicidad estará apoyada en el psicólogo que me ayudó a salir del problema, en Dios que escuchó mis oraciones o en mi marido que hizo tal cosa, por ejemplo. Cuando erramos a la hora de reconocernos, cuando nuestro reconocimiento pasa equivocadamente a otras personas o al azar, lo divino o a la Madre Naturaleza, perdemos confianza y seguridad, perdemos poder personal (nos desempoderamos) y baja nuestra autoestima. No hay reconocimiento de nuestro papel clave en esos éxitos y, por tanto, no hay autovaloración positiva.
Así mismo, si ante un error cometido, una mala decisión, o cualquier otra circunstancia que pueda tener consecuencias negativas para nosotras/os o para quien nos rodea, nuestro locus de control ha sido y es externo, no nos haremos responsables de ello, no tomaremos conciencia de dónde estaba el error y, en definitiva, no aprenderemos de ello y mucho menos lo solucionaremos. Existirá el malestar y, puede que incluso, la culpa, pero no haremos nada con ello. Achacaremos el infortunio al azar, a un castigo divino, a la desgracia que nos precede, etc. cualquier cosa al más puro estilo de la Edad Media. Y tampoco mitigaremos las consecuencias negativas, por lo que seguiremos reforzando ese malestar a lo largo del tiempo. Seguro que conoces personas que les ocurra esto que te cuento y ves que, mientras no tomen conciencia de ello, su vida poco arreglo tiene.
Del mismo modo, si ante una catástrofe natural, la muerte repentina de un ser querido por accidente o por causas ajenas a mí, o ante un evento negativo que escape a nuestro control, si entonces nuestro locus de control ha sido y es interno, difícilmente gestionaremos bien esos eventos trágicos. Nos culparemos, nos castigaremos, no haremos un adecuado proceso de duelo y, sobre todo, nos iremos dañando y marchitando poco a poco. No aceptaremos consejo de nadie y nuestro comportamiento se volverá muy tóxico con nosotras/os y, a la vez, con quien nos rodea. Daremos mil vueltas a la cabeza pensando en cómo podíamos haber evitado ese hecho y nos humillaremos mil veces por ello, tratándonos como seres viles e indignos. Del mismo modo, no nos ocuparemos de las consecuencias negativas de la pérdida y nuestra culpa hará que no nos permitamos ser felices ni un solo día de nuestras vidas. Cuando elijo sufrir, mi mente hallará un motivo para hacerlo, una causa justificada, un pensamiento que certifique que así debe ser, en definitiva, una mentira: para seguir con ese sufri-miento, sufro porque me miento.
¿Esto se puede evitar?
Así es. En mi consulta he tenido a muchas personas con un Locus de Control alterado, de uno u otro modo. Pero cuando te observas, cuando eres capaz de colocar el foco en ti, eres capaz de darte cuenta de si tu elección de locus de control está siendo el adecuado o no.
Aunque a veces, después de llevar mucho tiempo actuando de un modo determinado, es difícil producir el cambio sin tener ayuda externa. Si te reconoces en algunas de las situaciones anteriores, en alguna de las situaciones relacionadas con un locus de control erróneo, te recomiendo que busques un psicólogo que te ayude a verlo y a cambiarlo (pero recuerda que quien lo hará serás tú misma y que un profesional es sólo una guía, nunca hará tu camino por ti).
Pero no te preocupes. Ocúpate. Todo tiene solución menos la muerte. Recuérdalo.