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Todos los años por estas fechas son muchas las personas que ya tienen claros cuáles van a ser sus propósitos para el año nuevo: dejar de fumar, hacer deporte, aprender inglés, ahorrar para un viaje, cambiar de trabajo, poner fecha de boda, etc. Sea cual sea el objetivo a conseguir, independientemente de su magnitud o de su importancia a nivel emocional, lo cierto es que normalmente todo el mundo se pone más de un objetivo para el año nuevo y se pretende no fracasar en el intento esta vez. Pero si no lo conseguimos, año tras año, es porque el planteamiento está fallando.
La forma más adecuada de plantearse propósitos de año nuevo es olvidarse de ellos. Sí, olvidarse. Es absurdo pensar que puedes decidir en unas horas qué harás durante los próximos 366 días del año (éste es bisiesto) y que empezarás a hacerlos justo el día 1 de enero. Está demostrado que no funciona y que no es efectivo.
Uno de los motivos por los que no funcionan es porque son, como ya hemos dicho, metas muy grandes: por ejemplo, pasar de no hacer nada de deporte y comer mal a correr 1 hora al día y tener una estricta dieta sana. Es tan amplio el intervalo de cambio que se hace cuesta arriba muy pronto, por lo que no vemos beneficios a corto plazo, nos agobiamos al ver que no estamos consiguiendo nuestros objetivos un año más, nos da ansiedad y nos rendimos: “de perdidos al río”. Tiene un efecto similar a las cosas “del lunes”: el lunes empiezo el gym, la dieta, dejo de fumar, etc. Esos lunes que no es de extrañar que tengan mala fama.
En lugar de hacer eso, fíjate metas diarias para ti, asequibles y progresivas. Siguiendo el acrónimo “META”, plantéate objetivos que sean Medibles, Específicos, Tangibles y Alcanzables. Es decir, objetivos que puedas comprobar a diario: si por ejemplo quieres escribir ese libro con el que llevas soñando años, concreta cuántas páginas al día o a la semana escribirás (es algo que puedes medir contando las páginas, es algo específico, es tangible, pero procura que sea alcanzable, es decir, que establezcas un número de páginas que puedas escribir teniendo en cuenta tus habilidades para escribir y tu vida cotidiana. Esta planificación diaria y/o semanal te hará estar en conexión con el momento presente y no con un sueño que parece que se alejase en lugar de acercarse. Se trata de decidir empezar a vivir con conciencia del momento presente como un modo de vida.
Esta forma de vivir te hará prestar atención a tu cuerpo, a tus sentimientos y a tus pensamientos, y al no tener ansiedad por conseguir ningún “nirvana”, te será más fácil solucionar cualquier situación y volver a tu centro, a tu equilibrio, a tu ser. Te sorprenderás al ver cómo, conociéndote, centrándote en ti cada día y marcando objetivos pequeños y asequibles a corto plazo, los cambios tienen lugar delante de tus propios ojos.
Otro motivo que hace que fracasemos tiene que ver con nuestros juicios: en cuanto las cosas no salen como esperábamos, en lugar de replantearse la situación, nos juzgamos duramente. Suelo decir que somos nuestro peor enemigo, pues nos han educado para darnos donde más nos duele. Todo el mundo tiene un juez interno. No va a desaparecer jamás. Lo que si podemos hacer es restarle poder. ¿Cómo le restamos poder a esa parte chunga que nos critica duramente? Con amor. El amor es la luz para cualquier oscuridad. Cuando nos juzgamos, lo que hay es una falta de amor. La forma de contrarrestarla y de evitarla, es tener una actitud constante y vital de amor hacia nosotros/as mismos/as. Además, no debemos rechazar los juicios ni los pensamientos negativos que ocupen nuestra mente. Abrázalos y ámalos, pues forman parte de ti, aunque no son “tú”. Tú eres algo más que eso. Pero si los rechazas, rechazarás una parte de ti. Te rechazas a ti. En resumidas cuentas, se trata de aprender a convivir con ellos, prestando atención a tus necesidades en cada momento: así podrás elegir hábitos saludables frente a tus antiguos hábitos autodestructivos.
Otro de los motivos por los que no funcionan es porque nos hacemos estos propósitos para alcanzar un bienestar idealizado, un “nirvana”: la felicidad. Hay toda una “industria de la felicidad” que no hace vivir una vida en busca de sentido, cuando el sentido de nuestra vida está en ella misma. Lo que nos ocurre es lo que debemos de aprender. Cuando lo aprendamos, no volverá a ocurrir. La pregunta rápida en estos casos es: ¿cómo sabré lo que tengo que aprender? Desde luego, para saber qué pieza falta en un puzzle, debemos conocer la imagen modelo. Es decir, debemos conocernos bien. Y eso es un proceso que lleva tiempo y, casi siempre, requiere ayuda profesional.
A estas alturas de la lectura muchas personas habrán desistido o se habrán rendido. Les parecerá que conocerse es un objetivo mucho más grande que no se habían planteado como propósito de año nuevo.
¿Cómo lo puedo saber? El cuerpo habla. Obsérvate: si tu cuerpo ha perdido su tensión, tus hombros están caídos y tu espalda encorvada como si no tuviese energía, entonces te has rendido. Esto es lo que sucede cuando (consciente o inconscientemente) mandamos a nuestra respuesta la orden de “no puedo”, “no lo haré”. Cuando el cerebro recibe esa orden, que repito puede que hayas enviado inconscientemente, entiende que no vas a hacer nada y apaga la maquinaria. La señal externa de que la maquinaria está encendida puede ser nuestra atención (la vemos a través de nuestra postura y de la cara) y de nuestro cuerpo (un cuerpo preparado para la acción tendrá una adecuada tensión muscular).
Si tu “no puedo” ha sido consciente, replantéate si realmente quieres conseguir esos objetivos que pretendes para el año nuevo. Si tu orden ha sido inconsciente puede que haya algún o algunos miedos que estén influyendo en tu razonamiento. De ahí que conocerte, tomar conciencia de quién eres, de lo que sientes, piensas y haces, sea tan importante. Si yo quiero ahorrar 1000 euros para un viaje y a la mínima oportunidad compro algo o gasto dinero, difícilmente conseguiré ahorrarlos. Tendría que saber cómo es mi economía y marcarme objetivos de ahorro semanales o mensuales. Y sobre todo cuidado con los plazos que damos a los objetivos. Recuerda que tienen que ser asequibles.
Y ese es otro motivo por el que fracasan los propósitos de año nuevo. Si quiero en 3 meses, 6 meses o un año, conseguir algo importante, grande o que depende de más factores, tengo muchas posibilidades de que no lo logre, pues hay muchas variables que escapan a mi control. Está demostrado que eliminar la barrera tiempo a largo plazo, elimina la ansiedad que supone conseguir una meta. Cuando el objetivo es a un año vista, en los primeros días e, incluso, meses no vemos frutos a todo nuestro esfuerzo. Pero si pasamos del tiempo a largo plazo y nos concentramos en objetivos diarios y semanales, la satisfacción que sentiremos cada día y cada semana, nos dará fuerza para conseguirlos. Si pienso en adelgazar 20 kilos en 5 meses (un periodo saludable para adelgazar y dar tiempo a que nuestro cuerpo se adapte al cambio) cuando llevo tiempo comiendo mal y sin hacer deporte me agobiaré, porque no tendré satisfacción a corto plazo. Sin embargo, si cada día me planteo 15 minutos de ejercicio y una cena saludable, lo tendré más fácil. Parece ridículo, pero esas dos tareas son más potentes a corto plazo que cambiar la dieta radicalmente y hacer una hora de deporte diaria. Y son más potentes porque hablamos de una persona con hábitos poco saludables a la que queremos sacar de su zona de confort para llevar a cabo un tipo de vida al que no está acostumbrada. Seguramente fracasará.
Por otro lado, tenemos que dejar claro que la doctrina de pensamiento positivo que sustenta la moderna industria de autoayuda (o de la felicidad) se fundamenta en una idea en bucle: si algo que has leído en un libro de autoayuda falla, la industria se encarga de decirte que fuiste tú quien no pensaste de manera suficientemente positiva y, en consecuencia, necesitas ser mucho más positivo. Esta idea que la publicidad, los medios y los gurús de la felicidad están implantando en la sociedad, está totalmente deshumanizada y no corresponde con la realidad del ser humano como especie. Es más, es una pescadilla que se muerde la cola: estoy bien cuando sigo este consejo, pero pasado un tiempo su efecto desaparece y me siento mal, y tengo que volver a por más para estar bien.
La forma humana de vivir la vida es centrándonos en nuestro ser. No necesitamos “hacer” o “tener” cosas para vivir determinadas experiencias. No necesitas tener o conducir un BMW para sentirte especial, importante o valioso: hay millones de personas que no tienen uno y lo son. Y podemos afirmar sin riesgo a equivocarnos a que hay muchas personas que tienen un BMW y son infelices. O tampoco necesitamos irnos a vivir a Madrid o a Londres para cambiar de vida y dejar los problemas atrás, pues el problema lo encontraremos en Madrid o Londres poco tiempo después: nos daremos cuenta de que ha viajado con nosotros pues se trata más de un problema de identidad y autoconocimiento que otra cosa.
La infelicidad es tan humana como lo es la felicidad. La sombra es tan necesaria como lo es la luz. Hay una coexistencia vital que no podemos romper o eliminar. Es decir, no dejaremos nunca de tener miedos, pensamientos negativos o creencias limitadoras. Pero lo que si podemos hacer es darles la importancia justa, no rechazarlas y buscar la luz dentro de nuestro ser. Tratarnos con amor, tanto en la luz como en la sombra.
Pero cada año, con ganas e ilusión (aunque no sin miedo), volvemos a plantearnos propósitos de año nuevo. Ese sentido de “año nuevo” aporta una energía latente que incita a marcarse objetivos. A ello han colaborado también la publicidad y el cine. En segundos de un anuncio o en 90 minutos de una película, vemos personas que pasan de una vida desastrosa a conseguir la vida que siempre soñaron: quien desea el amor, conoce a su “alma gemela” (nota: no existen almas gemelas, es un mito del amor romántico); quien quiere éxito profesional, asciende y se hace rico y atractivo; y así con casi cualquier propósito. Pero no deja de ser una película, que resume una vida a 90 minutos y a determinados momentos, seleccionados en escenas, que dan forma a todo un producto que nos envuelve y nos emociona. Así es como nos enganchan y nos convencen de que los cambios son fáciles y rápidos. Pero la realidad es que son una progresión y que conllevan un merecido esfuerzo (que no sufrimiento).
Otro mito sobre los propósitos de año nuevo es el de la fuerza de voluntad y la motivación. Está demostrado científicamente que la fuerza de voluntad es finita, es decir, es una energía que se acaba. Puede ocurrir que a las 2 de la tarde tu fuerza de voluntad para ese día se haya agotado y decidas darte un atracón por la noche (en el caso de una persona que quiere adelgazar). Como venimos diciendo habría que replantearse los objetivos, los plazos y sobre todo identificar el problema base, pues el problema base no es el sobrepeso. El problema base normalmente no es visible ni siquiera para la persona que lo tiene, de ahí que la introspección y el autoconocimiento sean tan importantes. Y, por otro lado, la falsa idea de la motivación como un estado permanente e invariable. Se puede hacer lo que se elija sin sentirnos motivados/as para ello: no hay estar motivados/as para ir al gimnasio. Pero como nos han enseñado que todo lo que hagamos tiene que resultar placentero y fácil, cuando la realidad no se corresponde nos venimos abajo y abandonamos: es absurdo gastar energía en evitar situaciones de malestar.
Pues el consejo sería totalmente opuesto: ve al gym aunque te de vergüenza, baila aunque seas torpe, pasea aunque te hayas comido 3 dulces. No tienes que ser perfecto o perfecta. Tienes que ser tú. Y hacer lo que quieras hacer. Ríndete ante la perfección de la vida que nos han vendido y que nadie tiene que ver. Abraza tu vida tal y como es y abrázate a ti misma/o siendo quién eres. No es una lucha. Ríndete. No hay ninguna batalla que librar, ninguna guerra que ganar. Vive la vida hoy. Y mañana ya veremos. Elige tu vida hoy. Da igual lo que hiciste ayer y lo que harás mañana. Sigue tu camino hoy. Esa es la verdadera fórmula del éxito: el amor y estar presentes.
Como dice el psicólogo deportivo, John Eliot, “nada desalienta más la concentración necesaria para un buen desempeño que preocuparse por el resultado”.