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Da miedo empezar a escribir sobre algo que sabes generará un debate casi encarnizado, pues nos han estimulado tanto respecto al amor y a las relaciones en la literatura, el cine, la televisión, la publicidad y la cultura, que cualquier persona se siente en posesión de la verdad acerca de este tema.
No pretendo hacer un mitin sobre el amor ni castigar a quienes no me sigan, simplemente, aclarar varios conceptos que son recurrentes en mis sesiones, talleres, conferencias, etc., pues las personas con las que me cruzo en mi día a día viven en un mar de dudas y de “angustias” a este respecto.
¿Qué es el amor? Vaya con la preguntita. Quizás para unas personas sea una descripción de situaciones, para otras realizar distintas acciones y para otras personas quizás sea sólo un sentimiento, una emoción. Normal que haya tantas diferencias entre las opiniones de unos y de otros, puesto que las vivencias de cada persona son únicas, aunque con influencias más o menos comunes.
Está claro que las grandes multinacionales, las religiones y los medios de comunicación influyen a la hora de “saber” lo que es el amor. ¿Crees que no te influyen? Pongamos un ejemplo. Imagina que mañana tempranito vamos a coger un avión con destino Iraq. Qué crees que es lo más probable que ocurra: ¿un accidente de avión, un accidente de tráfico o sufrir un atentado terrorista? Seguramente habrás pensado en “atentado”. La mayor parte de las personas a las que he hecho esta pregunta responden “atentado terrorista”, casi sin pensar. El avión sigue siendo el medio de transporte más seguro del mundo, eso queda claro. Y yo no sé cuántos terroristas hay en Iraq, pero coches hay millones. Y según las estadísticas hay varios accidentes de tráfico cada segundo en el mundo. Es decir, lo más probable es que si vamos a Iraq mañana, suframos un accidente de tráfico (no, no es porque no tengan carreteras… ay, los topicazos…) antes que un atentado terrorista.
Tiendo a preguntar siempre ante este hecho por cantantes de Estados Unidos. Siempre me responden alguno: Michael Jackson, Justin Bieber, Madonna, Beyoncé, etc. Pero si pregunto por cantantes iraquíes… la respuesta es un silencio o alguna risa. Y suelo rizar el rizo y pregunto por algún río de Estados Unidos, raro es que no digan de un asalto “el Mississippi”, incluso algunas personas me dicen “Colorado” o “Río Grande”. Pero cuando hago la misma pregunta referida a Iraq, no hay respuesta. Parece que sí que estamos influenciados e influenciadas por los medios de comunicación, ¿no?
¿Por qué nuestra respuesta es equivocada? ¿Qué ocurre entonces? En los medios de comunicación trabajan profesionales que conocen determinados funcionamientos de nuestro cerebro. De forma sencilla, podemos decir que el cerebro es como una habitación llena de estanterías con cajas, donde cada caja pertenece a un concepto (amor, dinero, Iraq, casa, soledad, ansiedad, alegría, flores, etc.) y desde que nacemos vamos llenando esas cajas con todo lo que aprendemos sobre esas palabras, sobre esos conceptos. Así, cuando de peques oíamos “Pedro, vive en una casa grande”, abríamos nuestra caja “CASA” e introducíamos las variables “vivir” y “grande”, por ejemplo. Y así poco a poco, nuestro cerebro iba dando forma a cada concepto, según la información recibida.
De este modo, cuando escuchamos “Imagina que mañana tempranito vamos a coger un avión con destino Iraq…” nuestro cerebro busca la caja que corresponde a Iraq y se prepara a buscar la respuesta correcta. “Tener un accidente de avión”, nuestro cerebro mira, pero nada. “Tener un accidente de tráfico”, nuestro cerebro mira, pero nada (a no ser que te hayas informado sobre el tema y sepas la alta probabilidad de accidentes que existe en el mundo). “Sufrir un atentado terrorista”, nuestro cerebro mira, y… din din din, suena la campana. ¡Claro que lo tengo! Tengo: atentado, terrorismo, S. Houssein, guerra, sangre, destrucción, armas, etc. Claro, es que cuando me han hablado de Iraq en los medios de comunicación, sólo me hablan de esas cosas, no de sus ríos o de su música.
Con esto quiero demostrar que el concepto que tenemos sobre el amor está sesgado: en primer lugar, por lo que hemos visto en casa (la relación entre nuestro padre y nuestra madre, quienes seguramente no se han formado en temas de “amor y relaciones de pareja”, simplemente hicieron lo que les habían enseñado a hacer o lo que buenamente pudieron hacer); en segundo lugar, por los medios de comunicación (que en dibujos, películas, series y realitys muestran un concepto insano del amor, lleno de mitos de los que hablaremos más tarde); y, por último, mi propia experiencia (al igual sin haber recibo formación, sólo la información sesgada que aportan los medios de comunicación a la sociedad, así como nuestra tradición judeocristiana).
¿Te has planteado que un anuncio de 30 segundos ya te predispone para un tipo de amor? O programas como “Mujeres y Hombres y Viceversa”. ¿Eso es amor sano? ¿Así son las relaciones? Y como olvidar el cine. Gran factoría de la manipulación que nos hace pensar que, en una hora y media, la vida desgraciada de cualquier personaje cambia inesperadamente y viene un príncipe a salvarla convertido en galán de instituto, por ejemplo, o una princesa entregada dispuesta a darlo todo por amor, también como ejemplo.
No, la vida real no transcurre en un mar de emociones bien gestionados con música, luces, sombras, tensión emotiva, textos medidos al milímetro, durante una o dos horas. La vida real es otra cosa, por eso los modelos fracasan.
Y si pensamos en las películas y las series de dibujos… ¿qué? Pues mucho peor, porque desde peques es cuando vamos conformando nuestro concepto de amor y de relaciones de pareja. Y se vende un estilo de comportamiento en el amor para los hombres y otro para las mujeres: conquista y protección versus espera perpetua y familia, respectivamente.
Este modelo ha fracasado. Ahí tenéis las miles de millones de relaciones que han salido mal. ¿Fidelidad? ¿Celos? ¿Ser uno sólo? Pufff, da pereza pensar en ello.
A este concepto tradicional de amor, de príncipes que rescatan princesas, de mujeres que se preparan para ser madres y esposas, de relaciones de poder donde uno de los dos lo deja todo por amor, donde el amor todo lo puede y yo haría cualquier cosa por amor… a ese concepto, en la teoría, se le conoce como AMOR ROMÁNTICO. Es un tipo de AMOR INSANO, pues el sufrimiento está presente en dicho modelo. Es un tipo de amor enfermizo en el que la persona pierde el norte de su propia vida por estar pendiente de la otra parte de la pareja. Es como respirar el mismo aire que esa persona, querer controlar lo que hace, dice y piensa: casi como si quisiéramos meternos en su propia piel, en su cuerpo y en su mente para entender todo sobre la otra persona. Es un “ni contigo ni sin ti, porque sin ti me muero”.
Estarás de acuerdo conmigo en que es muy común haber pasado por una relación de este tipo o tener a nuestro alrededor muchas personas que viven enfrascadas en relaciones afectivas enfermizas de las cuales no quieren o no pueden escapar. Relaciones en las que “estar mal” se convierte en una costumbre para la persona adicta a la relación (lo que llamamos “dependencia emocional o apego” y, de igual manera que con cualquier otra adicción, se es incapaz de dejarla o tenerla bajo control.
Ya que en este tipo de amor no hay individualidad (“tú y yo somos uno, nosotros”) y por tanto, una de las dos partes deberá desnaturalizarse para “fundirse” con la otra persona, con todas las consecuencias, inmediatas y a largo plazo, que ello conlleva.
La persona que está apegada (que depende de) a otra nunca estará preparada para la pérdida: la otra persona supone un sostén, un pilar de seguridad en su vida, por lo que concebirá la vida sin su fuente de seguridad. Es decir que detrás de un amor insano, enfermizo y con dependencia emocional, hay mucho miedo: a quedarse sólo, a lo desconocido, a hacerse cargo de uno mismo, a empezar de cero, etc. Por ello parece fácil apegarse a cualquier persona que “nos cuadre” y nos de seguridad (aunque sólo sea una ilusión que se desvanecerá con el tiempo), aun cuando ese apego me haga sufrir.
Confundir la necesidad de relación que tenemos como seres humanos por ser seres sociales que nos movemos en grupos con tener una relación de amor insano y dependiente, es un error de principiantes. Y argumentar que “no me he equivocado” o que “me equivoqué” porque todo el mundo lo hace, simplifica ni sana ni resuelve el problema. Tú verás si quieres seguir sufriendo por tener un modelo equivocado de pareja y un concepto arcaico y doloroso de amor. Es decir, que el hecho de que desees mucho a tu pareja, que te encante estar con ella y que la extrañes cuando no está contigo no significa que sufras de apego. El placer de amar y ser amado es para disfrutarlo y sentirlo. Pero si lo que sientes es un vacío incontrolable cada vez que te despides de tu pareja, si verla diariamente se vuelve indispensable para seguir viviendo al punto de perder tu paz cuando no estás a su lado, si te enfermas cuando no te responde al móvil o un WhatsApp, o verla hablar con otra persona te pone en alerta, lamentablemente te sitúas en el rango de un amor enfermizo, por lo que quizás sea hora de buscar ayuda profesional.
¿Cuál es la causa de este tipo de amor y de relaciones insanas? No hay mayor causa, además de la educación y de la cultura recibidas, que la carencia de amor propio. El vacío que sentimos que nos lleva a buscar desesperadamente el afecto fuera, en lo externo, en otras personas, se deriva de nuestro auto-abandono. Puedes haber sido muy querido/a en tu infancia que, si tienes baja autoestima y careces de amor propio, o te amas inadecuadamente, vas a buscar fuera lo que deberías darte tú mismo/a. Puesto que ese vacío, jamás lo llenarán de fuera. Una cosa es la autoestima (cómo yo me quiero) y otra muy distinta la heteroestima (cómo me quieren otras personas). Hay un ejemplo absurdo que clarifica al máximo esta idea: si en un puzle infantil con piezas geométricas, tenemos un hueco con forma de cuadrado, por más que trates de colocar un círculo o un triángulo, el hueco no quedará cubierto. Si lo que falta es un cuadrado, pon un cuadrado. Y no esperes que nadie te traiga la pieza. Búscala tú mismo/a y colócala en su lugar. O sea, si te falta amor propio, ámate. Haz contigo tal y como harías para “conquistar” (en el buen sentido de la palabra) a alguien.
Puedes ampliar más información acerca del Amor Insano o Romántico en el siguiente vídeo.
Ya va siendo hora de empezar a definir el AMOR SANO. A este tipo de amor se le conoce en la teoría como AMOR CONFLUENTE, puesto que se da en relaciones en las que dos personas confluyen hacia un punto en común. Pero esa confluencia se da desde la libertad individual, no desde un modelo impuesto tradicionalmente.
Se trata de una demostración de cariño, afecto, pasión y admiración por la otra persona, pero de una manera controlada, sabiendo quién soy yo y quién es la otra persona, permitiéndome ser yo mismo y dejando que la otra persona sea ella misma. El amor sano es dar pero dar sin esperar nada a cambio, sin esperar recibir. En el amor sano se pone una distancia justa y necesaria entre mi persona, mi YO, y la otra persona, el otro YO, en una relación armónica juntos, pero siendo a la vez independientes, y estando cada uno en posesión y control de su propia vida personal, sus planes, sus ideas, sus proyectos… sin entrometerse y sin controlar los de la otra persona.
En resumen, una relación sana, con amor confluente, es aquella en la que YO soy yo y TÚ eres tú, y estamos juntos porque queremos, conservando nuestra parte individual, que debe seguir siendo alimentada, junto con la parte compartida, una zona común de la relación que también debe ser alimentada. Y cada parte de la relación se encargará de no invadir el espacio de la otra persona, así como de respetar los límites de su individualidad para que la otra persona no los traspase. Y al final, lo que hay en este tipo de relación de amor confluente, es AMOR PURO, con respeto, confianza y cariño, los tres ingredientes del amor verdadero.
Y, ¿qué ocurre cuando finaliza una relación en cada uno de estos esquemas? Uy, pues el final es radicalmente diferente. Cuando se termina una relación de Amor Romántico, insano, enfermizo, es muy común que la parte que no ha tenido la iniciativa de ponerle fin a la unión, se rebele, y presente reacciones desmesuradas de dolor (y sufrimiento) con distintas respuestas o acciones fuera de lo común cuya consecuencia es la invasión de la individualidad de la otra persona: “pero, ¿por qué? Si yo todavía te amo… Con todo lo que yo he hecho por ti… ¿Es que no he sido nada para ti? Etc.” Vendrán también los malos pensamientos (celos, sospechas de mentiras, venganzas…). Y es “normal” en una relación en que lo has dado todo por tener a una persona a tu lado que ahora dice que se va. Se vive una pérdida irreparable y se trata a toda costa de evitar esa sensación de vacío. Y nos inunda la inseguridad y el miedo propios de ver alejarse a la persona a la que estábamos apegados. Y todas esas reacciones, que suelen ser desmesuradas, producen daño a ambas partes: a la persona que decide poner fin, por ponerle fin a esto, como castigo; y a la persona que ha sido “abandonada” por entrar en una vorágine de descontrol emocional que se mueve entre “te odio, pero te amo”.
Sin embargo, al finalizar una relación de amor confluente, sano, hay dolor, el dolor propio e inherente a un proceso de duelo. Pero desde el mayor de los respetos: si ya no quiere estar conmigo, entenderé sus motivos, aunque lo que yo esté sintiendo sea otra cosa. Pero mis sentimientos jamás podrán obligarte a seguir conmigo, como ocurre en el amor romántico. Y obviamente, en respuesta al amor que se han tenido, harán el proceso más liviano, cuidando cada parte de sí misma, como hasta ahora. Es decir, habría una elaboración y aceptación de la pérdida, cosa que no ocurre en el amor insano, que se enquista de por vida; siendo mucho menos costoso emocionalmente para la persona terminar una relación con amor sano, que una de amor insano (que se prologaría indefinidamente, a veces hasta pasando muchos años y habiendo rehecho tu vida una, dos o las veces que sean con otras parejas: se sigue pensando en esa otra persona y tratando de comunicarse con ella para reprocharle algo o para decirle que aún la quieres y que no la puedes olvidar, muy propio de las películas).
Un ejemplo que usamos mucho en consulta es el siguiente. Imagina que ambos sois una casa, tu persona es una casa y su persona es otra casa. En una relación con amor romántico, insano, la unión sería así: tú sacas todas tus cosas de tu “casa”, y cambias la distribución de las estancias para acomodar “tu espacio” a las exigencias o necesidades de tu pareja, que llega y acomoda sus cosas en su interior, aunque como no es su casa, siempre se andará quejando o estará descontento, y te lo hará saber. A lo que tú intentarás seguir adaptándote a cambio de que se quede. Además de ser muy costoso energética y emocionalmente montar este tipo de relación, el problema viene en el momento de la ruptura: la otra persona se llevará sus cosas y tú te quedarás con “tu casa” vacía y con una distribución que no era la tuya, sino una adaptada a la otra persona. En este caso, recuperarte será una odisea, por lo que normalmente se lucha por recuperar a esa persona o se ocupa rápidamente con otra, a lo que habría que añadir más reformas en “tu casa” y cada vez te sentirías menos tú, hasta que llegue un día en que te mires al espejo y no te reconozcas.
Sin embargo, el mismo ejemplo, pero en el caso de una relación con amor sano, confluente, sería que en “su casa” esa persona te cede una habitación para que tú coloques lo necesario mientras estáis juntos y tú le cedes una habitación en “tu casa” para que esa persona haga lo mismo. Pero respetando la casa del otro y los espacios no cedidos. Cuando te separas en esta relación de pareja, lo único que debes hacer es rellenar esa habitación que se quedó vacía. Por lo que la sensación de sufrimiento no estará, sólo el dolor propio de un duelo. Y recuperarse será mucho más fácil que en el otro esquema de relación.
Otra observación interesante es que en el amor sano hay simetría entre las partes (hace falta que ambas partes se amen para estar en relación) mientras que en el amor insano eso no es relevante (no interesa si la otra persona también te ama, sólo que esté contigo, a cualquier precio). Eso hace que se esté dispuesto a hacer lo que sea con tal de conservar a esa persona de la que estamos apegados, mientras que el amor sano, como ya dijimos, tiene límites y no acepta cualquier requerimiento de la otra parte. Todo ello nos hace pensar en que en el amor sano hay intereses, en el buen sentido de la palabra, pues la relación dependerá del bienestar que suponga para ambas partes; al contrario de lo que ocurre en el amor romántico, cuyo único interés es estar juntos, no importa si estamos mal o si hay que pagar altos precios, lo que importa es estar. ¿Qué ocurre si se nos repiten el mismo tipo de relaciones? ¿Cuál es el motivo? En consulta suelo escuchar el testimonio de mujeres y hombres que terminan siempre tiendo relaciones de amor insano, pero con distintas personas: siempre esa historia de rechazo, violencia, infidelidad, celos, posesión, abuso o dependencia, pero con distintas personas.
Y su lenguaje muestra todo ese sufrimiento con frases del tipo “todos los hombres son iguales” o “todas las tías buscan lo mismo”. Pero no es cierto de que todos o todas sean iguales. La clave reside en que son ellos y ellas quienes eligen personas así, y eligen mantener relaciones bajo ese amor romántico. Y la solución pasa por hacerse responsables de la propia vida, hacer cambios en el sistema de creencias que te llevan a buscar “el mismo tipo de persona”. Dejar de ser víctimas del mundo, para ser responsables de su propia vida, tomando las riendas y decidiendo, en primer lugar, amarse a si mismas/os, tener amor propio, y en definitiva, mejorar su autoestima. Sobre todo, porque ese es el secreto para no caer en la dependencia emocional o en las relaciones tóxicas de amor insano. El amor propio: amar no es hacer daño, si te amas no te dañas y está claro que nunca dejarías que alguien te hiciese daño. El truco está en comenzar por AMARNOS a nosotras/os mismas/os.
A modo de resumen, podríamos decir que el amor confluente se basa en la confianza, la seguridad de ser amado (si no me quisiera no estaría conmigo) y da libertad a la pareja. Además, es placentero y si se mantiene después de muchos años, a medida que disminuye la pasión, aumenta la parte afectiva, que es la que se ha ido cultivando poco a poco junto con la pasión inicial. Por su lado, el amor romántico es posesivo, inseguro, desconfiado y asfixiante. Es un tipo de amor en que se sufre y después de muchos años disminuye la pasión y disminuye la parte afectiva, lo único que va en aumento es el malestar, pues era una relación de conveniencia, de interés insano, de egoísmo.
Puedes ampliar más información acerca del Amor Sano o Confluente en el siguiente vídeo.
Puede que después de leer esto, aún justifiques tu relación a pesar de que muchas veces te andas quejando de tu pareja o de lo que hace, o incluso aunque hayas sufrido. Es normal, culturalmente estamos abocados a mantener relaciones de amor romántico, insano, y reconocer que quizás hay que cambiar o cesar esa relación que te hace daño, no es fácil. Ya hemos hablado de ese gran sentimiento de vacío. Pero, atesora estas palabras en alguna parte de tu mente, quizás algún día las necesites para tomar la fuerza necesaria para poner fin a esa relación que te va dañando poco a poco, o que quizás ya te tiene en un punto en que sólo sientes tormento.
Y si te queda la duda de si el amor existe ten claro que sí existe. Aquí y ahora, mientras vives, mientras sientes, mientras piensas. Hay amor en cada cosa que hacemos, hay tanto y tantos tipos de amor sano que es casi imposible no encontrarlo. En las relaciones con la familia, con las amistades, con las personas conocidas y también con las desconocidas. Con los animales, con las plantas, con la naturaleza. Lo que ocurre es que quizás vas buscando el amor romántico y no lo ves. Pero si cambias tu prima, podrás sentirlo a cada momento, empezando por ti.
Te invitamos a leer más sobre amor confluente, aunque no hay mucho escrito al respecto. Hay una canción de Rosa López, “Dos que se aman” que trata de este tema, y distingue un amor del otro, y dice en su estribillo que “dos que se aman son dos, por amor unidos, libres como el aire, propiedad de nadie”. Y, en el cine, aunque difícil, hay algún ejemplo, como en “Princesa por sorpresa” donde el amigo de siempre de la protagonista, que está enamorado de ella, la respeta a pesar de no ser elegido en un principio y a pesar de ver las decisiones más o menos acertadas de su amada. ¿Qué tal si echamos un ojo por ahí y analizamos la información que recibimos y los modelos de amor que tenemos? Nos gustaría saber tu opinión. Y si estás pasando por una relación dolorosa o te identificas con el amor romántico y necesitas apoyo, puedes ponerte en contacto con nosotros. Estaremos encantados de trabajar contigo para que lo superes.