Reconozco que no había querido leer el libro ni ver la película de “Criadas y Señoras” (en inglés “The help”) porque lo había prejuzgado y pensé que sería una americanada machista sobre el servilismo de los años 60. Pero me equivoqué. Me equivoqué enormemente.
Estoy haciendo un curso del Ministerio de Sanidad, Igualdad y Políticas Sociales sobre la mujer en el cine, y una de las tareas era ver esta película y analizarla desde varios puntos de vista. Al principio pensé que era un tostón, pero después vi un reportaje sobre la película en el programa de La 2 “Días de cine” y despertó fuertemente mi curiosidad…
La sinopsis de la película casi se hace innecesaria, pues el argumento se entiende sólo con el título, con una única aclaración: una de las protagonistas, una chica blanca que quiere abrirse camino como escritora, a la que nadie toma en serio, entiende que debe escribir sobre algo jamás tratado: la visión que las criadas tienen sobre sus señoras y sobre su trabajo.
La película hace una crítica al sistema patriarcal que maneja y controla cada milímetro de la vida de aquella época (y, porqué no, de ésta). Tanto es así, que los niños y las niñas criados por mujeres afroamericanas, sienten una fuerte desconexión de sus padres (obviamente, por su condición de “hombres” importantes cuya función es trabajar, nada de criar o educar) y de sus madres (más preocupadas por tener una vida perfecta y aparentar). El único vínculo durante décadas, en esos niños y en esas niñas que después crecieron, es el que tenían con su cuidadora. A pesar de ello, las madres recelan del trato que tienen con sus hijas e hijos y, aprovechan cualquier error (real o ficticio) para castigar o despedir a las criadas. Todo ello enmarcado en una época previa a la lucha de muchos hombres y muchas mujeres afroamericanos/as por la erradicación de la esclavitud y del racismo en un país “avanzado” como EE.UU. Una situación previa a la aparición de Martin Luther King.
Me gustaría aclarar que las mujeres tuvieron mucho que ver en la conquista de los derechos civiles de las personas “de color” en Estados Unidos. De hecho, antes que M. L. King, ya hubo dos mujeres que se rebelaron contra el sistema: Claudette Colvin y Rosa Louise McCauley (en la imagen), quienes fueron arrestadas en 1955 por no ceder en el autobús en el que viajaban su asiento a un “blanco” y moverse a la parte trasera.
Pero eso no importa. Importa tan poco que, en nuestra sociedad, hay personas que siguen tratando a otras personas como inferiores. Se siguen discriminando por raza, sexo, religión, orientación sexual, ideología, etc. Un largo etcétera que hace que este mundo sea una bomba de relojería y que vivir en determinadas zonas del planeta sea un infierno. Pero también hace que, en las zonas que se suponen que están libres de conflicto, haya muchas personas sufriendo en silencio por todos esos motivos. Y se sufren en silencio porque están socialmente aceptadas: el terrorismo del Estado Islámico en Francia es condenable, el que ejercen en países como Líbano, Siria, Afganistán, Palestina… ése ni se menciona… y tampoco se habla de lo que nuestros países hacen en otros a los que llamamos “en vías de desarrollo”. Hipocresía, al fin y al cabo.
Además de la cuestión racial, está la cuestión machista. Ese empeño en que toda mujer “blanca” se desarrolle “libremente” hasta que se case con un “buen” hombre. Aclaremos todo esto. El heteropatriarcado entiende como “bueno” y “adecuado” ser de “raza blanca”, de un buen nivel adquisitivo, de Occidente y a poder ser, hombre. Si eres hombre con todas esas cualidades, enhorabuena. Quizás no seas quien quieres ser, pero por lo menos te harán menos daño y tendrás el poder de someter a quieres consideres inferiores. Pero si eres mujer… la enhorabuena es más pequeña. Podrás sentirte superior, pero te educarán para cumplir unas funciones muy estrictas: ser hija, ser esposa y ser madre. Como se puede ver en la película, cualquier persona que se aleje del patrón de mujer “perfecta” es rechazada: si no eres lo suficientemente bella, si no tienes ni has tenido novio, si no estás casada, si no puedes tener hijos/as, si eres homosexual, si eres “de color” (obviamente), si quieres tener una carrera profesional… Pero el rechazo no es específico, sino generalizado, es decir, hasta tu propio padre o tu propia madre te rechazaran por no ser lo que ellos/as esperan que seas. Y encima tienes que tener una sonrisa en la cara y fingir que eres feliz.
En el caso de las mujeres afroamericanas se les exigía casi todas esas cosas y más: debían ser buenas hijas, hermanas, amigas, madres, abuelas, esposas, trabajadoras… En este caso si es obligatorio trabajar, porque hay que comer… E incluso sufrir en silencio la violencia por parte de tu marido, puesto que es lo normal. En mi opinión, a este respecto la película muestra bien como educan a las mujeres en general, y a las de color en particular, para ser sumisas; pero no tanto así con el tema de la violencia de género. Muestran un caso de violencia de género en una de las criadas, pero ninguno en los casos de “blancas”. Pero ya sabemos que la violencia machista no entiende de cultura, raza, religión, economía, etc. Hubiese estado bien equiparar casos de violencia en mujeres “blancas” y “de color”, pero lo máximo que consigue la película, dirigida por Tate Taylor a partir del libro de su amiga Kathryn Stockett, es producir empatía entre una de las señoras, que se siente presionada por el rol de mujer que le ha tocado desarrollar y su criada maltratada por su marido.
Podría parecer que todo esto es algo de los años 60, sin embargo, es de total actualidad. Esto sigue pasando: de otra forma, a otra escala… pero las mujeres siguen estando sometidas a los roles que el heteropatriarcado ha decidido para ellas (ser buenas madres a toda costa, ser excelentes esposas y amas de casa y a la vez ser perfectas en el trabajo, ser asertivas cuando recibas cualquier comentario machista, o reponerse después de un maltrato, un abuso o una agresión).
Y lo peor de todo esto, que ya es suficientemente malo, es que el daño es radical, llega hasta lo más profundo de su ser: convenciéndote de que lo que la sociedad te marca es lo correcto y que tú estás equivocada, haciendo que te rindas antes de haber intentado siquiera conquistar tus sueños y, sobre todo, dejar de ser quien eres. No creo que haya mayor daño para una persona que llegar a no saber quién es. Perder lo único que tenemos, el ser. La experiencia de ser. Una experiencia que abandonamos a la suerte de convencionalismos impuestos por una sociedad donde el heteropatriarcado es la forma hegemónica. Donde ser hombre, blanco, heterosexual, poderoso y dominante es lo correcto.
Como en la película, hay que gritar ¡BASTA YA! Hay que vivir la vida que queramos vivir. Ser lo que queramos ser. Y sobre todo tener claro que somos “buenas, listas e importantes” o “buenos, listos e importantes”. Pero sobre todo lo tienen que tener claro las mujeres, pues este mundo no está construido para ellas. Está construido desde la visión masculina heteropatriarcal dominante, para que ellas sean como “deben” de ser.
Una película cargada de emociones, desde la alegría a la tristeza, que te hará reflexionar pero, sobre todo, que te motivará y te hará valorar lo que tienes y luchar por lo que quieres. Tanto si eres hombre, como yo, como si eres mujer, esta película es un regalo. Si aún no la has visto, échale un vistazo. Si ya la viste, dale un repaso.
No hay mayor logro en esta vida que ser una/o misma/o.