Durante estos días no han dejado de venir a mi mente “los círculos concéntricos”. Es algo que uso en consulta o en mis conferencias para explicar que el error fundamental, que mucha gente comete, es situarse fuera de los círculos de su vida, en lugar de situarse en el centro de los mismos (como se muestra en el gráfico).
La sociedad, a través de la educación y la cultura, nos ha enseñado (aunque de manera más frecuente en las mujeres, sobre todo si son madres) a pensar por las demás personas antes que pensar en nosotras/os mismas/os. Eso crea un hueco central que acabamos llenando con todo aquello que no somos nosotras/os, es decir, mi pareja, mis hijos e hijas, mi familia, mis amistades, mis compañeras/os de trabajo… La forma de llenarlo ya depende de cada persona, aunque en todos los casos coincide que la persona se sitúa fuera de sus círculos: ello significa que ni siquiera se sitúa en el esquema, sino fuera de éste.
No existe una forma perfecta para distribuir a las personas en nuestra vida, pero en mi opinión, hay unas consideraciones importantísimas para ser feliz. La primera y más importante, como ya hemos dicho, es situarnos en el centro de nuestra vida; anteponernos a todo el mundo siguiendo una máxima: si yo estoy bien, los demás también. Pero no debemos confundir el amor propio con el egoísmo insano. Cuando hablamos de ponernos en el centro de nuestra vida, nos referimos a amarnos adecuadamente, y ser el centro de nuestra vida, como el resto debe ser de la suya.
La segunda es que en el círculo que sigue, el más cercano al centro (el que sigue al ocupado por el YO, que aparece de color azul oscuro), sólo incluiremos a las personas que “nos respeten”. Es muy frecuente decir que mis hijos e hijas son lo más importante para mí o mi madre o mi padre… Pero tener un determinado rango familiar no asegura el respeto. Si yo me respeto, me respetarán. Y me respetarán porque yo no permitiré que nadie que me falte el respeto esté cerca de mí, independientemente del parentesco que tenga con esa persona. Esto no es algo que afecte sólo al terreno de la familia, también tiene que ver con las amistades, pues muchas personas tienen en este segundo nivel a determinadas amistades que le dañan de una u otra forma. Por tanto, tener claro que en el círculo más próximo al YO, a mí, sólo voy a incluir a aquellas personas que me respeten, es fundamental para ser feliz en el día a día. Es más, si decido incluir en ese círculo a mi pareja, porque realmente me respeta, si en algún momento deja de hacerlo, lo lógico sería sacarlo de este nivel y moverlo a otros niveles superiores, más alejados del YO.
La tercera es que las personas consideradas como tóxicas, también llamadas vampiros energéticos, deben estar fuera de los círculos concéntricos de mi vida. En otras palabras, no permitir que estén en mi vida, pero si deben estar porque es inevitable temporalmente (como por ejemplo una jefa o tu padre) los pondremos lo más alejados posible. No olvides, en el caso de las personas tóxicas, que lo mejor es tenerlas fuera de tu vida, pues nunca aportarán nada bueno.
El orden de las personas no tiene que ser como en el modelo. Sólo es una propuesta, el resto dependerá de ti, ya que cada persona es un mundo y las circunstancias del ser humano son variables de unos a otros. Habrá casos en que la persona decida tener a determinadas amistades más cerca del YO que a su propia familia, porque sus amistades la respeten realmente y su familia no. O viceversa.
Pero lo más importante es que hagas un buen análisis sobre tu vida y tus relaciones personales, tomes conciencia de dónde te encuentras tú y dónde sitúas al resto, y observes si es la mejor distribución. Si antepones a cualquier persona antes que tú, te recomendamos que hagas una reestructuración para que la base de tu vida esté ocupada por ti, por el YO, y que, en el segundo nivel (“quien me respete”), sitúes a las personas adecuadas: sabiendo que esa estructura es variable y que los cambios los decidirás tú, puesto que son los círculos concéntricos de tu vida.