Esta es una de las preguntas que más veces he oído y que más diversidad de opiniones genera. Sí que se puede cambiar. Está claro. De hecho, lo hicimos desde que éramos simples células en el útero de nuestra madre, hasta lo que somos hoy. Quizás a lo que se refieren normalmente es al concepto de Evolución o de Desarrollo/Crecimiento personal. Vamos a hacer varias aclaraciones.
Para cambiar, propiamente dicho, son necesarias dos circunstancias: uno, que la persona tome conciencia de que está viviendo una situación problemática (lo que yo siempre resumo en “darte cuenta de que tienes un problema”) y dos, que la persona quiera cambiar realmente esa situación (es decir, “y que quieras cambiarlo”).
Si te das cuenta de que tienes un problema, pero no quieres cambiarlo, no lo vas a lograr. Harás alguna acción, pero de intensidad leve. Y ello te llevará a seguir en tu zona de confort por los motivos que sea: porque piensas que no puedes lograrlo, porque estás atravesando un estado anímico X, o por lo que sea. La cuestión es que “da miedo” salir de esa zona de confort, puesto que lo que hay fuera hasta que llegamos a lograr el objetivo es desconocido. Pondré un ejemplo: si quieres independizarte porque tienes ya 40 años y te aferras a vivir con tu familia por el motivo que sea, todo lo que pienses acerca del proceso de independizarte, llevará pensamientos negativos asociados, que te convenzan de que en casa de los tuyos se está mejor (pensar en “¿qué haré si no puedo pagar el alquiler?” por ejemplo).
Puede ocurrir también que hayas definido mal “la situación de conflicto o problemática” de la que partimos. Es decir, evaluar equivocadamente la situación que produce malestar y creer que la causa o el problema es uno, cuando en realidad, es otro. Pensar que “sólo encuentro hombres malos” cuando tu última relación termina a causa de una infidelidad es hacer un análisis erróneo del verdadero problema. Quizás el problema sea, y digo “quizás” porque hablamos de una situación figurada, que tienes determinadas creencias almacenadas que te hacen elegir al mismo tipo de hombres. O quizás el tipo de relación que has montado esté basada en el amor romántico y hayas sufrido todos sus mitos. O puede que realmente tomes conciencia de tu situación problemática y entiendas todas sus variables.
Estas serían las ideas a tener en cuenta en lo referente a “darte cuenta de que tienes un problema”. Ahora nos vamos a centrar en “realmente querer cambiarlo”. Aunque te hayas dado cuenta de que tienes un problema y lo hayas definido correctamente, si no estás comprometida/o con el cambio, no lo vas a lograr.
Pensemos en una persona que se ha dado cuenta de que tiene un problema, cree que quiere cambiarlo, pero en realidad no muestra compromiso para hacerlo. Sería, por ejemplo, la persona fumadora que cuando se resfría se pone fatal y dice “voy a dejar de fumar porque estoy hecho polvo”. La motivación para cambiar, en esta circunstancia, le viene del hecho de que está resfriado/a y tiene mayor malestar a causa de las consecuencias negativas de fumar. Pero suele ocurrir que, pasado el resfriado, la persona se encuentra mejor y sigue fumando. Hay quienes cuentan esto como un intento. Pero yo no lo tomaría así. Pues no lo ha sido realmente y lo único que puede provocar es una bajada de autoestima por pensar “no he sido capaz”. Cuando el compromiso era prácticamente nulo.
Puede ocurrir también que elijamos mal la forma de cambiar. Siguiendo con el ejemplo de la persona fumadora sería, decidir en una época estresante de mi vida, cortar de raíz el tema del tabaco y, encima, sin ayuda profesional. Lo que me recuerda aclarar que hay situaciones en las que, aunque se sigan los dos pasos (darse cuenta del problema y realmente querer cambiarlo), a veces no es posible sin ayuda profesional. Lo cual no debe avergonzarte. No estamos en los años 70. Acudir a un psicólogo para solucionar determinados temas o cambiar determinados comportamientos o situaciones es una de las cosas más “sanas” mentalmente que existe. Lo malo sería saber que se necesita ayuda y no tomarla por el qué dirán, y seguir sufriendo. Pero tener ayuda profesional no significa que hagan el camino por nosotros. El camino lo debemos andar nosotros/as mismos/as. Las/os profesionales sólo son una guía para gestionar adecuadamente nuestros recursos y conseguir nuestros objetivos. Todavía recuerdo el caso de una mujer, embargada a causa de confiar ciegamente en su marido, sin trabajo (y sin ganas de buscar), sin recursos, con una hija a su cargo y viviendo de la caridad de su hermana. No tenía compromiso ninguno con la terapia ni con su cambio. Hasta que un día, llegó a consulta y me dijo: “Tenemos la solución. Bueno, tenemos dos soluciones posibles”. Temiéndome lo peor le pedí que me lo contara: “La primera solución es venderlo todo e irnos a vivir a Madrid y empezar desde cero” (ni siquiera fue capaz de hacerse un currículum y no quería buscar trabajo y quería irse a Madrid y buscar trabajo… Y además, ¿qué iba a vender? Si lo tenía todo embargado por el banco…); y “la segunda opción es ir a Juan y Medio a conocer a un hombre que me saque de ésta y que quiera a mi niña” (aquí ya se me desencajó la mandíbula). Está claro que la visión que tenía de su problema no coincidía con la realidad y, por supuesto, no asumía su responsabilidad: a la vista estaban las dos soluciones esperpénticas que se le habían ocurrido. Al final dejó la terapia y siguió viviendo de su hermana. Es su decisión y es respetable, pero no cambió, a pesar de tener ayuda.
Es decir, que el compromiso es fundamental para poder cambiar. Si no tienes un compromiso del 100%, difícilmente lo vas a lograr. Por ello, debemos pensar en el “para qué”: ¿para qué quieres cambiar? La respuesta será tu motivación real. Aunque te recomiendo que no tenga nada que ver con el exterior, como por ejemplo querer adelgazar para encontrar novio, pues, además de ser un objetivo mal focalizado, te provocará una bajada más acusada de la autoestima (alimentarás ideas del tipo “tengo que tener un cuerpo 10 para que me quieran” y eso no es cierto).
Hay que decir que muchas personas se ven abrumadas ante la palabra CAMBIO. Al igual que sucedía cuando hablábamos del miedo, solemos tener creencias negativas acerca de la palabra cambio que provocan que evitemos cambiar a toda cosa como camino para evitar el sufrimiento o el malestar. En estos casos, hablar de evolución, de desarrollo o de crecimiento personal, suele aportar mayor tranquilidad al proceso reflexivo, y nos permite llegar a buen puerto con mayor facilidad.
Sea como fuere, está claro que si deseas modificar tu realidad para sentirte mejor, deberás hacer un buen análisis de partida, buscar ayuda si la necesitas, planificar bien las acciones a seguir, comprometerte al 100% y actuar. El resto, sólo será disfrute.